Ser un
comunicador consciente es precisamente eso, ser partícipes de toda nuestra
comunicación. Para ello, se requiere desarrollar la inteligencia emocional, la
cual se manifiesta en el dominio de nuestras emociones, así como en la
aceptación de las ajenas.
El primer
paso a seguir cuando queremos ser comunicadores conscientes es entender que la
comunicación es un proceso. Esta habilidad abarca numerosos ámbitos:
La
ortografía y la buena dialéctica. Una persona que comete faltas de ortografía,
basa su lenguaje en muletillas o no estructura correctamente su discurso es un
comunicador que lastra su propia comunicación. La palabra es una de nuestras
primeras cartas de presentación, por lo que cuidarla siempre es una buena idea.
La falta de
emociones en el discurso. La comunicación no se basa únicamente en la
transmisión de información; si únicamente producimos información, será más
difícil que llegue a los receptores. Ganaremos si la impregnamos de emociones,
alusiones y empatía con los demás. El efecto será inmediato: el público se
sentirá parte del proceso comunicativo, tendremos su implicación, su atención.
Esto también aumenta la probabilidad de que nuestro mensaje quede grabado en su
memoria.
La
comunicación no verbal. La comunicación no verbal se refiere no solo a la gesticulación
y otra clase de lenguajes corporales, sino a la información implícita o
pragmática que compartimos con nuestro interlocutor. Por ello, intentemos
cuidar ambos aspectos: es importante que nuestro lenguaje corporal indique que
estamos abiertos al diálogo y a otras formas de pensar. Además, los elementos
pragmáticos son fundamentales. El lenguaje o las emociones implícitas, los
códigos sociales que compartimos o en los que diferimos deben estar en nuestra
mente continuamente para adaptarnos mejor a aquellos con los que nos
comunicamos.
La
responsabilidad frente a los sentimientos. No todos sentimos de la misma manera
y, por tanto, no expresamos nuestras emociones igualmente. Si deseamos algo de
los demás, debemos encontrar la forma más adecuada de pedirlo.
En
definitiva, ser comunicadores conscientes nos hace comunicadores más
eficientes. Nos hace más empáticos, nos permite expresarnos de forma más
adaptada a nuestro contexto social y crear lazos sociales más fuertes. Hablamos
de un proceso duro, porque implicará, entre otros logros, identificar y
reconocer nuestros errores actuales, pero también sus frutos que merecerán la alegría.